Tu serena presencia me renace,
y se llena de paz mi sentimiento,
como el oro otoñal en los pinares,
se me aviva tu luz en el recuerdo.
En el trino armonioso de las aves,
y en el rumor del río te presiento,
en el verdor umbroso de los valles,
y en el azul sin nubes de los cielos.
En las mágicas puestas de la tarde,
preludio intemporal de encantamientos,
en el color y luces del paisaje,
que se mezclan preñados de misterio.
Tu fragancia mecida por el aire,
y embebida en olores resineros,
al reino vuela de mis soledades,
morada de palabras y silencios.
Y tu dulce mirada en el semblante,
que acaricia los ojos del ensueño,
sublima la ternura de una madre,
cuyo ser me florece en cada verso.
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